
Por Pablo Domini
XUZHOU, JIANGSU, 28 mar (Xinhua) — Sigo de cerca todos los días, con preocupación, el avance de la pandemia del nuevo coronavirus en Argentina, mi país. El escenario es aún incierto y, mientras se multiplican los casos de infectados, la pregunta que me hago es si se seguirá el camino de países como China, Japón, República de Corea y Singapur, o el de Italia y España.
A partir de mi experiencia viviendo la epidemia dentro de China, mi deseo es que el recorrido argentino sea lo más parecido posible al que se dio aquí, donde rápidamente se logró el tan deseado “aplanamiento de la curva” de infecciones. Esto sólo ocurrirá en Argentina si la dirigencia y, más importante aún, la sociedad, actúan en conjunto.
A pesar de comenzar con un escenario sorpresivo y dramático en la provincia de Hubei, y en la ciudad de Wuhan en particular como epicentro de epidemia, el avance del virus fue contenido de forma increíblemente eficiente en el resto de las provincias chinas, llegando a casos como Jiangsu, en el este del país, donde vivo desde hace un año y medio, la cual posee más de 80 millones de habitantes, pero no lamentó ni una sola muerte y el total de enfermos autóctonos fue inferior a los 650.
Hace ya dos meses, cuando se inició la epidemia en China escribí un artículo contando mi experiencia en la ciudad de Xuzhou. Comenzó con autorreclusión a partir del Año Nuevo Chino, el 25 de enero, y siguió luego con cuarentena obligatoria, cuando a partir del 28 de enero se cerraron las puertas del campus de la Universidad Normal de Jiangsu, dentro del cual vivo, una medida que fue aplicada en todos los campus universitarios del país y que hasta ahora aún se mantiene.
En febrero las medidas anti epidémicas fueron avanzando en muchas partes de China, con suspensión del transporte público y controles de temperatura en todos los ingresos a condominios de viviendas. Se cerraron además todos los locales comerciales. Nunca hubo toque de queda o estado de sitio, pero las calles estuvieron vacías durante semanas y el uso de mascarillas era, y sigue siendo, obligatorio para circular por espacios públicos. Las restricciones más duras se aplicaron en la provincia de Hubei.
A partir de la segunda mitad de febrero el panorama ya era claro, todas las provincias y grandes ciudades como Beijing, Shanghai, Hangzhou o Guangzhou ya habían logrado no sólo “aplanar la curva” de infectados, sino que la cantidad de nuevos pacientes se había reducido drásticamente.
La batalla se concentró entonces en Wuhan, ciudad que contó con hospitales temporales construidos en pocas semanas y con la colaboración de equipos de médicos llegados desde todo el país. Desde hace algunos días Wuhan, que llegó a más de 50.000 infectados y más de 2500 muertos a causas de COVID-19, ya no tiene nuevos enfermos y poco a poco va dando de alta a los que aún quedan.

En la actualidad, caso todos los nuevos infectados de COVID-19 en China provienen del extranjero, en su mayoría chinos que regresan a sus casas. El control sobre este fenómeno es completo. Todos aquellos que llegan a los aeropuertos de grandes ciudades, con Beijing y Shanghai como principales exponentes, son sometidos a exhaustivos controles de salud y luego, sin excepción, derivados a hoteles designados donde cumplen cuarentena de 14 días. Aquellos que se encuentran infectados de nuevo coronavirus son enviados a hospitales.
Con un hasta ahora imparable aumento de las infecciones y muertes, Italia, España, Europa en general y los Estados Unidos no parecen estar obteniendo los mismos resultados que China y sus vecinos la República de Corea, Japón y Singapur. América Latina contó con el beneficio de unas semanas de ventaja al conocer la experiencia de Italia. Es justamente durante estos días que corren que se sabrá qué ocurrirá en esta región.
Allá por fines de enero había descrito mi situación en China en medio de la epidemia como “algo preocupado y bastante aburrido”. Dos meses más tarde no ha cambiado mucho, ya que estar lejos de mi esposa Mechi, que quedó varada en Argentina, mi familia y mis amigos sigue siendo duro, pero ahora mi preocupación se ha trasladado hacia mí país, donde viven todos mis seres queridos.
El gobierno argentino trata de seguir una línea similar a la de China, pese a la diferencia presupuestaria y de infraestructura que separa con el país asiático. Además de testeos masivos y del uso obligatorio de mascarillas faciales, tanto China como los países asiáticos que he mencionado están haciendo un amplio y muy efectivo uso de tecnologías como Big Data, geolocalización y escaneo de códigos QR para hacer un seguimiento de infectados confirmados y potenciales.
Pero más allá de la infraestructura y la tecnología, creo que la gran diferencia de escenarios se da en el plano social. Son mayoría los que entienden la situación y siguen las normas, pero también se observa la alarmante desidia e irresponsabilidad de miles de personas en Argentina que no respetan la cuarentena obligatoria impuesta desde el día 20 de marzo, que durará en principio dos semanas hasta el 31 de marzo y el gobierno evalúa si la extenderá durante el mes de abril. Muchos incluso creen que es una oportunidad para hacer turismo. Estas actitudes no se observan en Asia.
El gobierno argentino está actuando con firmeza y ha dejado claro que será duro con los que no sigan las reglas, y estos días se están realizando miles de detenciones de personas que inexplicablemente insisten en desconocer el riesgo al que someten a los otros.

Hasta la noche del viernes, Argentina ha confirmado un total de 690 casos de la enfermedad, con 74 recuperados y 17 fallecidos. El ministro de Salud, Ginés González García, afirmó que “el número de casos” de la enfermedad del nuevo coronavirus en el país “viene por debajo de lo que estábamos esperando” para la fecha.
El gobierno nacional y los de la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires están trabajando para maximizar la capacidad de hospitales y profesionales médicos, ya que se espera que el impacto de la epidemia se sienta principalmente en estos distritos. También se está trabajando con los gobiernos provinciales y municipales.
La principal preocupación es que el pico de infectados desborde la capacidad del sistema de salud. Se espera que a partir de la segunda quincena de abril se experimente el momento más crítico en el país. Los suministros médicos, en especial barbijos, equipos de protección y respiradores, también son fuente de preocupación, ya que se teme que puedan ser insuficientes ante una escalada de la epidemia.
Sobresale de todos modos la actitud del gobierno argentino, que ha decidido implementar varias medidas de contención junto a la cuarentena, como plus salarial a trabajadores de la salud, subsidio a empleados autónomos, jubilados y beneficiarios de planes sociales, entre otras. A su vez, en las calles el control de personas y automovilistas es bastante estricto.
Habrá en el mundo un antes y un después de esta epidemia del nuevo coronavirus. Habrá consecuencias y cambios económicos, sociales, culturales y en la vida cotidiana de cada habitante de este mundo. Para la sociedad argentina tal vez sea también la oportunidad de ir incorporando algo del colectivismo asiático, el cual a mi modo de ver es la verdadera clave en esta lucha y también lo será para muchas de las que vendrán en el futuro.