*Por Augusto Soto
Si bien las relaciones bilaterales han cumplido 45 años, quedan muchos más pasos para seguir ampliando el entendimiento mutuo.
A inicios de 2019 China vuelve a protagonizar noticias. Destacan verdaderos hitos en la historia universal, como el alunizaje hace 8 semanas de la sonda Chang’e en el lado oculto de la Luna. Y pocos días después el brote de una semilla de algodón transportada por la nave y germinada allí como primer vegetal en nuestro satélite natural. Por otro lado, y a pie de calle, a mediados de febrero trascendió que una importante representación de la comunidad china en España se congregaba en el centro de Madrid a plantear su malestar con algunos bancos. Los manifestantes portaban banderas españolas y chinas en señal de notoriedad y armonía. La noticia llevó a que el diario El País (el más influyente del espacio iberoamericano) publicase un artículo en español y chino. ¿Tienen algo en común estas noticias, dos de carácter científico y la otra de carácter cívico? ¿Son dimensiones relacionables? Absolutamente, su trasfondo es el titánico esfuerzo individual y colectivo irradiado por la sui generis civilización china. Pero hay más aspectos sobre los que debiéramos reflexionar.
Esfuerzo y cultura
Primero, convendría concienciarnos más de que los cerca de 200 mil ciudadanos chinos que viven en nuestras ciudades representan familias que han hecho un gran esfuerzo para prosperar, y a la vez aportan capital y trabajo a nuestra sociedad. Entre las comunidades extranjeras asentadas aquí es esta la que genera una mayor cantidad de trabajadores autónomos y contribuyentes netos a nuestra seguridad social, más acechada que antes por nuestro declive demográfico. Por el contrario, el colectivo chino sigue creciendo y pronto superará a la comunidad británica, convirtiéndose en nuestra tercera migración bien asentada. En verdad ya comparte los destinos de España.
Segundo, debiéramos reflexionar sobre qué más hacer para que un público mucho más amplio conozca más de esta inmigración. Porque podemos aprender mucho de su hacer: trabajo en red y talento adquirido para una creciente variedad de emprendimientos, estudio constante y deseo imperecedero de superación.
Tercero, puesto que la cultura es clave para entendernos, podríamos aprender más del sentimiento de legítimo orgullo que sienten los chinos dentro y fuera de su país de saberse descendientes de una historia reciente y pretérita que explica su éxito presente. En la dimensión actual la visita a España del presidente Xi Jinping, en noviembre pasado, recordó a la comunidad china las políticas de reforma y apertura al exterior que han canalizado su proverbial éxito desde 1978. Por otro lado, en la dimensión pretérita que llega hasta el presente debiésemos considerar el citado impulso espacial de Beijing como el más reciente estadio de unas invenciones clásicas. Sabemos que algunas de ellas, como el papel, la brújula o la pólvora, han sido precursoras de la actual globalización. A las que se suma la carretilla y el sistema de exclusas, inventos surgidos en el campo chino hace más de un milenio y posteriormente adoptados universalmente en cada rincón de los proyectos de infraestructura acometidos en el mundo.
Cuarto, en las raíces culturales chinas identificamos una gran resistencia para aguantar los sinsabores y mantener la esperanza pensando a largo plazo. En tanto, la sociedad acentúa la dimensión colectiva y evita la confrontación, canalizándola con fórmulas que incluyan la armonía y la voluntad de acuerdo (la manifestación en Madrid citada al inicio de este artículo portaba banderas de ambos países).
Sabiduría y práctica
Por supuesto, a nivel especializado tanto personas como universidades, empresas y el mismo Estado hemos hecho ingentes esfuerzos (muchos concertados), por difundir el conocimiento de China en España. Resalta la irrupción del Plan Asia Pacífico (a inicios de este siglo), que logró apoyar sostenidamente a universidades, think tanks y colegios para mejor comprender Oriente con China como centro. El Plan Asia logró impulsar la organización de conferencias, invitar a grandes personalidades chinas, conceder becas, apadrinar publicaciones, además de enaltecer la figura del mediador intercultural.
Paralelamente la Fundación Consejo España-China y otras instituciones se han ido sumando progresivamente en este esfuerzo. Y por cierto los bancos, que también han facilitado que nuestros jóvenes viajasen a China a estudiar su realidad para luego contribuir a la relación bilateral. En fin, el esfuerzo cognitivo de acercamiento a Oriente y la formación de especialistas realizado por las administraciones en la primera década de este siglo fue probablemente el más acelerado acometido en un país de la UE en un lapso tan corto de tiempo. Pero estos saberes no han llevado a la contratación en masa y en puestos clave al colectivo de especialistas que los adquirió.
Sí, los directivos y trabajadores claves de los bancos y de cualquiera de nuestras empresas debieran saber chino y su etiqueta inherente, además de poseer nociones de historia cultural y actualidad del país de los 1,400 millones de personas. No es pedir mucho puesto que 50 mil españoles están aprendiendo chino y con algunos de ellos volveremos a tener otra oleada de especialistas. En tanto, nuestros grandes bancos presentes en China quieren seguir creciendo. Y todo banquero debiese tener en permanente consideración que el país-continente ha sido responsable de un tercio del crecimiento económico mundial en estos años y el segundo tenedor de deuda española tras Francia. Para mayor abundamiento, debiera ser consciente de que recibe a clientes de un país cuyos obreros han utilizado solo en tres años al inicio de esta década tanto cemento como Estados Unidos a lo largo del siglo XX en su conocida modernización.
Medios, proyectos
En fin, falta un mayor esfuerzo sosegado e interpretativo en nuestros medios de comunicación audiovisuales y en la prensa. El emprendimiento más reciente en este campo es la colaboración editorial iniciada entre la revista China Hoy y el diario El País en 2017. Se trata de un hito para dos medios escritos en dos lenguas habladas en distintos continentes y en estado de expansión.
Por otro lado, de cara a futuro. Una de las ramas de la cultura china que es la ciencia causa una gran admiración en España. El ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, el astronauta Pedro Duque, es perfectamente consciente de los esfuerzos punteros de China en el espacio. Recientemente ha recalcado que en España “los niños de ahora pueden soñar con ir a Marte”, y en enero se reunió con el embajador chino, Lyu Fan, para dialogar sobre la puesta en marcha del acuerdo bilateral sobre materiales avanzados y convocar proyectos conjuntos. Es evidente que nuestras sociedades seguirán relacionándose cada vez más estrechamente. Como dice el más universal de los dichos chinos, “un largo viaje comienza con un primer paso” (千里之行始于足下). Y si bien las relaciones bilaterales han cumplido 45 años (o 45 pasos), quedan muchos más pasos para seguir ampliando el entendimiento mutuo, la amistad y la cooperación.
*Augusto Soto es director de Dialogue With China Project y representante de la revista China Hoy en España.